domingo, 6 de diciembre de 2015

Celebrar la Eucaristía es vivir la misericordia de Dios


   "Haced esto en memoria mía". ¿Qué hizo Jesús? Esta era la pregunta de los discípulos. Lo que hizo Jesús fue hacer el bien, porque era bueno. San Pedro así lo descubrió después de contemplar mucho la vida del Señor: "Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos" (Hch 10,38). Y el evangelista Marcos dice: "Todo lo ha hecho bien" (7,37).
   Entonces, hacer lo mismo que Jesús hizo consistía en ser buenos de raíz, parecerse al Padre: "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6,36). Lo que había hecho Jesús había sido amar hasta el final, expresar el cariño del Padre hacia los hermanos hasta arriesgar su vida para que los demás tuvieran vida y la tuvieran en abundancia: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13,1).
Hacer como Jesús es vivir la vida con un proyecto que tiene como eje la entrega desde la raíz del mismo principio vital: "cuerpo entregado y sangre derramada". Tener entrañas de misericordia es unirse en el amor con el hermano hasta reaccionar desde su piel. Es salir de sí para encontrarse con el otro en el amor.
   Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres. Para recibir en la verdad del Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf. Mt 25,40): "Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano (...) Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te la liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso (S. Juan Crisóstomo)" (n. 1397).
Benedicto XVI, en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, dice: "En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana" (n. 88).
   Asimismo, el Papa Francisco, en una de sus catequesis, reflexionó e hizo algunas preguntas sobre la relación entre la Eucaristía que celebramos y nuestra vida: "Hay señales muy concretas para comprender cómo vivimos todo esto. Cómo vivimos la Eucaristía. Señales que nos dicen si vivimos bien la Eucaristía o si no la vivimos tan bien. La primera pista es nuestra manera de ver y considerar a los otros. En la Eucaristía, Cristo siempre lleva a cabo nuevamente el don de sí mismo que ha realizado en la Cruz. Toda su vida es un acto de total entrega de sí mismo por amor; por eso Él amaba estar con sus discípulos y con las personas que tenía ocasión de conocer. Esto significaba para Él compartir sus deseos, sus problemas, lo que agitaba sus almas y sus vidas. Ahora, cuando participamos en la Santa Misa, nos encontramos con hombres y mujeres de todas las clases: jóvenes, ancianos, niños; pobres y acomodados; originarios del lugar y forasteros; acompañados por sus familiares y solos... Todos vamos a Misa porque amamos a Jesús y queremos compartir su pasión y su resurrección en la Eucaristía" (12/2/2014)

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